25 abr 2018

NÁUFRAGOS






Ilustración de Víctor-Bauer
El mundo es un dolor y un llanto gris;
a veces nos inunda su grito y su desgana,
olvidamos mirar al cielo
y el peso de los años nos encuentra
ajustando naufragios a las horas del reloj.
 
Qué pronto se evapora el sueño de los niños,
 y su risa buscando caracolas
en las blancas arenas de la infancia.
El resplandor de un baile en la plazuela
o el vértigo de luz
que inunda una mirada adolescente.
 
Qué pronto se marchita, a veces, el amor,
que trastoca palabra y pensamiento,
que siembra de oleajes nuestras pieles
cuando rondan por sus cauces las mareas.
 
Qué fácil es entonces contemplar
la lluvia en el desierto,
los árboles nocturnos,
o un eclipse de luna que secuestra
el sol de abril de un campo de ternuras.

Es fácil olvidar el paraíso de las flores...
 
Y es que la vida es dura,
se alimenta de calles rotas, de mar cansada,
de sueños,
pájaros de papel
que lamen sus aceras,
de una esperanza hueca que nos retorna al crisol
de los claveles.
 
Es que la vida es dura
y, a veces, no es posible acariciarla.


© Ana Villalobos Carballo
Poema ganador IX Certamen Literario Juan de Castellanos de Alanís convocado por ALAS,  Asociación Literaria de Alanís y Sierra Norte.

En Alanís en la entrega de premios con Fran Álvarez Charneco, primer premio de relato corto; Beatriz Chávez y Paula Rol, primer premio de relato corto y poesía, respectívamente,  y demás finalistas en la modalidad escolar.
Nos acompaña también Lola Franco Grueso, presidenta de la Asociación Alas, a la que agradezco su amabilidad y el esfuerzo realizado para que este acto tuviera lugar, lo cual nos permitió vivir una tarde-noche, para recordar siempre, en la que se le pusieron alas a los sentimientos.

2 feb 2018

DES-MEMORIA DE TI




“¿Por qué recuerdas que la luz se muere
                   y en cambio olvidas que también muere la sombra?”
                                                                                                                                     Roberto Juarroz 
 


                                                                                                                
No me preguntes cómo sostener tu nombre
cuando la tarde cae en los cristales y una extraña ausencia sin raíces comienza  a transitarnos…

¡He olvidado de pronto tantas cosas!

Apenas  recuerdo aquel  Enero, en que la noche se nos hizo primavera y rompimos los espejos para vernos renacer,  o cómo conseguimos que el azahar nos poblara las heridas borrando  todas las cicatrices que marcaban nuestras vidas.

No sé si era el color de tus ojos, tan diferentes a los míos, o la terca redondez de tu mirada lo que nos hacía sentir que existían caminos nuevos donde el amor  podría pronunciarnos.

No recuerdo cuándo la lluvia se nos hizo otoño,
cuándo se durmieron los labios
por dejar caer los besos al abismo insondable del silencio,
cuándo la mar cansada de tantas esperas se nos volvió fría.

No dejo de preguntarme  de qué sirvieron tantos adjetivos  pronunciados, cuando el temblor del junco erizaba nuestras pieles, haciéndonos  vértigo derramado en caricias.

 He olvidado la risa… la risa que se nos hacía amor entre las sábanas.

¿Dónde han quedado tus huellas?
Tus huellas en mí… ¿Dónde?

¿Qué idioma, sin racimos de duda, inventaré para nombrarte azul
  cuando el regreso a ti se me haga inevitable?

Tendré que deshilar el vidrio o templar el vuelo de los pájaros para retornar la memoria a tu recuerdo.


 © Ana Villalobos Carballo
       Publicado Revista Aldaba
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